El número de colegios que eligen la isla de Izena como destino de sus viajes escolares ha aumentado claramente en los últimos años. Hay una razón para ello. Es porque la calidad de la experiencia residencial es diferente a la de otros. No se trata de la calidad de la experiencia o de la abundancia de programas. Se trata más bien de la raíz de la experiencia: los corazones de los estudiantes se conmueven, los encuentros con la gente son auténticos y no quieren marcharse. La "riqueza" y la "certeza" de tales experiencias están en la isla de Izena.
Este artículo desentrañará la verdadera naturaleza de esa "alta calidad".
Las experiencias no se "preparan", sino que se "crean".
En la casa de familia de Izena Island, la experiencia no es un "producto acabado". El anfitrión que te enseña a cocinar dice: "Vamos a cocinar esto juntos", pero luego pregunta: "¿Quieres poner esto? ¿te gusta aquél?" y escuchan las voces de los alumnos. Cuando trabajan en la granja, no les dicen: "Pruébalo así", sino: "¿Cómo crees que hay que hacerlo?". Les preguntan: "¿Cómo crees que deberíamos hacerlo? Como hay tiempo para crear juntos sobre el terreno, los alumnos se sienten más "implicados" que "me han obligado a hacerlo".
Las "emociones" se mueven, por eso se recuerdan.
Risas, vergüenza, un poco de torpeza, llanto al final...
La estancia de una noche en Izena despierta todo tipo de emociones en los estudiantes. Cuando a un niño tímido le dicen "gracias" por servir arroz, se pone un poco más erguido. Cuando su abuela anfitriona les cuenta una historia sobre los viejos tiempos, escuchan en silencio. Momentos así hacen que no sea sólo una "experiencia", sino un "recuerdo".
El anfitrión no es un "profesor", por lo que los alumnos pueden dar rienda suelta a su verdadero yo.
Las caras que no se ven en el aula pueden verse aquí.
Los anfitriones no son expertos en educación, pero tienen una gran capacidad para escuchar y aceptar a la gente. No regañan, no presionan, pero no apartan la mirada de los alumnos. Gracias a esta forma de relacionarse, los alumnos se van abriendo poco a poco. Creo que esta "falta de presión" es, a la inversa, un catalizador del crecimiento.
Una experiencia residencial en la que el "gracias" surge de forma natural al final es genuina.
A la mañana siguiente de irse, la gente dice: "Quiero volver" o "La próxima vez quiero venir con mi familia", que es la realidad de un viaje escolar en Izena. No se fuerza, no se evalúa, pero te deja algo en el corazón. Es ese tipo de experiencia de pernoctación que hace que los colegios piensen: "La próxima vez volvamos aquí", y que quieran recomendárselo a otro profesor. No el número, sino la intensidad. No el tamaño, sino la profundidad". Esa es la "calidad" de la experiencia de alojamiento en familia en la isla de Izena.